
La depresión mayor altamente funcional: seguir funcionando no significa estar bien
En la práctica clínica, no es raro encontrar personas que llegan a terapia con una sonrisa, una agenda llena de responsabilidades y una vida aparentemente en orden. Trabajan, cuidan de sus familias, cumplen con sus tareas… y sin embargo, por dentro, sienten que se están desmoronando. A esto se le conoce como depresión mayor altamente funcional.
Aunque no es un término oficial dentro de los manuales diagnósticos como el DSM-5, este concepto describe un fenómeno real y profundamente doloroso: personas que cumplen con los criterios clínicos de un episodio depresivo mayor, pero que logran mantener un nivel de funcionamiento externo que oculta su malestar interno.
¿Qué significa tener una depresión altamente funcional?
Tener una depresión altamente funcional no significa estar manejando bien la situación. Significa que se ha desarrollado una capacidad para ignorar, minimizar o disociarse del propio sufrimiento, al punto de seguir cumpliendo con las obligaciones diarias como si nada ocurriera. Este patrón suele estar sostenido por creencias como:
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“No tengo tiempo para deprimirme.”
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“Otros la están pasando peor, no tengo derecho a quejarme.”
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“Si dejo de cumplir, todo se viene abajo.”
El esfuerzo para mantener esa fachada puede ser enorme, y muchas veces ni siquiera la persona se da cuenta de cuán agotada o desconectada está emocionalmente. A menudo, solo en momentos de crisis o colapso emocional se hace evidente que algo no está bien.
Riesgos asociados
Aunque desde fuera parezca que la persona “funciona bien”, este tipo de depresión conlleva riesgos importantes:
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Mayor riesgo de cronificación del cuadro depresivo. Al no reconocer ni atender los síntomas a tiempo, la depresión puede volverse persistente y más difícil de tratar.
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Aumento del riesgo suicida. Paradójicamente, las personas altamente funcionales pueden tener mayor acceso a medios y menos probabilidades de que su entorno detecte señales de alerta.
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Desgaste emocional severo. El esfuerzo continuo por sostener una imagen de normalidad puede llevar a fatiga crónica, insomnio, síntomas somáticos e irritabilidad.
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Dificultad para pedir ayuda. La combinación de autoexigencia, perfeccionismo y miedo al juicio ajeno hace que muchas veces estas personas no se permitan mostrarse vulnerables.
Consideraciones terapéuticas
Cuando una persona vive con una depresión altamente funcional, uno de los primeros retos en terapia suele ser ayudarle a validar su experiencia interna. Muchas veces, ha pasado tanto tiempo ignorando sus síntomas o restándoles importancia que empieza a dudar incluso de su derecho a sentirse mal. Frases como “no tengo razones para estar así” o “hay gente que la pasa peor” son comunes, y se convierten en barreras emocionales que le impiden pedir ayuda o reconocer su dolor como legítimo. En este punto, la validación terapéutica no es un gesto superficial, sino un paso fundamental hacia el alivio.
En la medida en que el vínculo terapéutico se fortalece, se hace posible comenzar a explorar los mecanismos que han sostenido esa fachada de aparente bienestar. Es frecuente descubrir un sistema de creencias profundamente arraigado donde dominan la autoexigencia, el perfeccionismo y el miedo al juicio de los demás. Estas creencias no solo alimentan la necesidad de mantener el control, sino que muchas veces han sido funcionales en otros momentos de la vida. Por eso, no se trata de eliminarlas sin más, sino de comprenderlas con compasión y flexibilizarlas para que dejen de convertirse en una prisión emocional.
Parte esencial de ese proceso es fomentar la autocompasión. Para muchas personas con este perfil, mostrarse vulnerables equivale a fracasar o ser débiles. Por eso, aprender a tratarse con ternura, con palabras y gestos que no castiguen el sufrimiento sino que lo acompañen, puede ser una experiencia profundamente transformadora. La autocompasión no significa rendirse, sino cambiar la relación que se tiene con el dolor.
A la par, también se trabaja en fortalecer redes de apoyo y fomentar la expresión emocional. La fachada de funcionalidad suele venir acompañada de aislamiento interno: la persona se acostumbra a “estar para todo el mundo”, pero rara vez permite que alguien esté para ella. En terapia, se abre el espacio para explorar qué emociones han sido silenciadas, qué necesidades han sido postergadas, y cómo comenzar a abrirse de manera segura y auténtica al acompañamiento de otros.
Existen abordajes terapéuticos que ofrecen herramientas útiles para este tipo de trabajo, ya que permiten identificar patrones cognitivos rígidos y creencias disfuncionales que sostienen el sufrimiento. Pero más allá del enfoque técnico, lo esencial es ofrecer un espacio donde la persona pueda, poco a poco, dejar de funcionar como si nada pasara, y empezar a vivir desde un lugar más verdadero y más libre.
Una invitación al cuidado
La depresión altamente funcional es silenciosa, porque se esconde detrás de logros, listas de tareas y frases como “estoy bien, solo cansada”. Pero eso no la hace menos real. Si algo de esto te es familiar —o con alguien que conoces—, recuerda que buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía y amor propio.
Sentirse mal no debería requerir permiso. Y seguir funcionando no debería ser la única medida de bienestar.
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